En el medio de aquel mundo dos páginas vacías estaban, nade las había notado.
Se descubrieron juntas, aunque creyeron que de un reflejo se trataba.
El mundo no hubiera llegado a comprender, ya que ambas estaban a sus espaldas, invisibles a sus ojos.
Compartiendo todo, fueron uno.
Y, como unidad, razgaron el papel creyéndose en soledad.
Ardieron, junto con sus mundos.
Quizás nunca sabrán que no existen los espejos.