Sentí que me desvanecía. No fue esa sensación de tristeza en la que uno espera que la "muerte" llegue. No. Sentí una paz inmensa viendo mi vida pasar frente a mis ojos, me pregunté qué pasaría si ésa fuera mi hora. No tuve miedo.
Pasado ese momento, con la mente libre de vivencias anteriores, imaginé cómo sería si me encontraran así, con el alma fuera del cuerpo físico. Pensé en todas las personas que llorarían por mí, contradiciendo mis lágrimas anteriores cuya razón era que creí no importarle a nadie; pensé en todas las dudas que quedarían sin resolver, en mis proyectos sin finalizar, en todos los pensamientos que aún no tuve, todo lo que no probé, entre muchas otras cosas.
Sorprendentemente, eso sólo duró unos minutos. Y podría haber sido definitivo, terminando allí en un último suspiro.
Me pregunto cuál hubiera sido mi último pensamiento...
En un laberinto caminas sin rumbo y a menudo tienes la sensación de ya haber pasado por una determinada zona, tal vez sí pases dos veces por el mismo sitio, sin notarlo, porque cambias la manera de observar cada pequeño detalle. Dentro del laberinto te mantienes pensativo, silencioso, en busca del camino adecuado. He allí el por qué de "taciturno". En este blog te encontrarás sumergido en un laberinto que tiene etapas, guerras en su interior y cambios constantes, entre otros sucesos.
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