En mi sueño, estaba perdida. Era esa perdición inconsciente, y por demás incoherente. Querían encontrarme, aún cuando parecía imposible y las causas eran difusas. Era como si...no estuviera viva. Como si nunca hubiese existido.
Estaba en un laberinto etérico, parecido al mental.
Para perderse, primero hay que encontrarse, ¿acaso era al revés? De todos modos, en la realidad o en la ficción, todos hemos experimentado la sensación inconfundible de la perdición y la cualidad efímera del encuentro. He visualizado el desencuentro ajeno, imaginariamente. No podría calificarse de placentero, aunque tampoco ha sido tortuoso. Ya he olvidado mi sueño, no sé si sigo en él o no, porque no lo recuerdo. Eso sucede con cotidianidad, perdemos de vista el mundo en el que vivimos o creemos vivir y comenzamos a soñar, ¿o despertar?
En un laberinto caminas sin rumbo y a menudo tienes la sensación de ya haber pasado por una determinada zona, tal vez sí pases dos veces por el mismo sitio, sin notarlo, porque cambias la manera de observar cada pequeño detalle. Dentro del laberinto te mantienes pensativo, silencioso, en busca del camino adecuado. He allí el por qué de "taciturno". En este blog te encontrarás sumergido en un laberinto que tiene etapas, guerras en su interior y cambios constantes, entre otros sucesos.
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