viernes, 22 de agosto de 2014

I am the blood of the dragon.

   La cualidad natural del fuego es brillar e irradiar calor desde el momento en el que nace, no deja de hacerlo hasta que se apaga. Los agentes externos pueden influir, sí, pero el fuego siempre será fuego. También hay factores que lo intensifican o ayudan a su creación o disminución de intensidad. Este elemento salva vidas y las destruye; es abrazador, letal, mortal e igualmente necesario. Pero, cualesquiera que sean sus efectos, los lleva a cabo en su único estado de fuego que es.
    No puedo tocarlo, pero la tentación continúa. ¿También tendré yo una cualidad natural? ¿Todos tendremos una? ¿Y si somos dotados de un y sólo un don que podemos utilizar únicamente si descubrimos? ¿Y si todos tenemos el mismo regalo y nadie es más valioso o menos que los demás? Claro que estas son mis vagas conclusiones al divagar.
    Desearía ser fuego, o tener sus cualidades. Ciertamente, la mayoría de las acciones de mi vida actual se asemejan a Él, suelo ser indómita, resplandeciente, cambiante, a veces crezco o me empequeñezco simulando mi extinción, pero también soy silenciosa y temo el poder destructivo del que soy capaz; por ello a veces no notan mi presencia o la menosprecian. No quiero ser como el agua, he sido así toda mi vida. Ya no me adaptaré tan fácilmente como el líquido al recipiente que lo contiene. A partir de ahora seré yo quien decida adaptarse o crear el entorno que deseo. No me voy a evaporar, soy el fuego y YO hago que entren en ebullición. Soy la llama que danza en la hoguera, el suspiro del dragón, la destrucción de tus esquemas, el cambio y la metamorfosis constante. Soy el ave fénix que muere para renacer más fuerte dejando boquiabiertos a aquellos seres que creían en mi extinción y la fomentaron. Me amas, me odias; me amas por las mismas razones que tienes para odiarme. Soy la misma, aquella pequeña llama por encima de la vela, pero ahora causando un incendio en tus entrañas; la misma, pero cambiada.